Título original: Inferno.
Autor/a: Dan Brown.
Saga: ---.
Editorial: Planeta.
Traducción: Aleix Montoto.
Año: 2013 (2013).
Páginas: 630.
ISBN: 9788608114178
Precio: 22.50€
¿Dónde puedo conseguirlo?: El Corte Inglés
Sinopsis: El profesor de simbología Robert Langdon se despierta en un hospital en mitad de la noche, desorientado y con una herida en la cabeza. No recuerda nada de las últimas treinta y seis horas. Ni cómo ha llegado hasta allí, ni el origen del macabro objeto que los médicos descubren entre sus pertenencias. El mundo de Langdon pronto se convierte en un caos y se ve obligado a huir por las calles de Florencia junto a una inteligente joven, Sienna Brooks, cuyas hábiles maniobras le salvan la vida.
Langdon no tarda en darse cuenta de que se encuentra en posesión de una serie de inquietantes códigos creados por un brillante científico; un genio cuya obsesión con el fin del mundo sólo es equiparable a la pasión que siente por una de las obras maestras más influyentes jamás escritas: Inferno, el oscuro poema épico de Dante Alighieri.
En su huida a través de escenarios tan conocidos como el Palazzo Vecchio, los jardines Boboli o el Duomo, Langdon y Brooks descubren una red de pasadizos ocultos y secretos antiguos, así como un nuevo y terrorífico paradigma científico que podría ser utilizado para mejorar la vida en la Tierra... o para destruirla.
Mi santa suegra llegó con el ejemplar de libro emocionadísima. Todo el mundo le había hablado de él, y, tras una ligera equivocación, terminó agenciándoselo. Se lo terminó en dos sentadas, y yo esperaba hacer lo mismo. Pero, ¡ay de mí, qué inocente puedo llegar a ser!
El caso es que yo ya me había leído El código Da Vinci allá por un lejano 2003, y no tardé mucho en dar buena cuenta de Ángeles y demonios. Si bien sabía ya por entonces que Dan Brown quizá no fuese un escritor del otro mundo, sí que percibía una cierta droga, unas ganas locas de seguir leyendo para saber qué pasaba. Así que, cuando me senté cómodamente y abrí el libro, me esperaba mucho... y he recibido bastante poco.
La historia (la línea principal, al menos) comienza con un Robert Langdon que despierta en la habitación de un hospital, medio perdido y sin saber qué narices hace allí. Se sorprende enormemente cuando se da cuenta de que está en Florencia y que, además, tiene una especie de amnesia leve que le impide recordar las últimas 36 horas de su vida. Aturdido, ve un tanto desesperado cómo el médico que le estaba atendiendo es asesinado por una tipa en chupa de cuero y con pistola. Sale de allí como loco acompañado de Sienna Brooks, la otra doctora que lo atendía. Poco a poco, va descubriendo su verdadera misión: pararle los pies a un maníaco obsesionado con Dante y su Divina Comedia, cuyo propósito no es otro que arrasar con gran parte de la humanidad.
Hasta aquí, todo bien. Todo apetecible, incluso. Por mi parte, además, se le sumaba el incentivo de Dante y su obra magna, de la que siempre he estado enormemente enamorada. Pero poco a poco la novela se me fue torciendo más bien en un arma comercial, y mientras la leía me daba la impresión de que el señor Brown se había sentado en una mesa antes de escribir y sus agentes le habían dicho: <<Dan, machote, tienes que escribir sobre esto, y esto, y esto, y esto. Venga, ¡que nos van a dar mucha pasta!>>. Porque me parece eso, una suerte de instrumento comercial para atraer a la gente hacia ciertos puntos, sobre todo en el tema turístico en las determinadas ciudades que aparecen. En el caso de Florencia y Venecia me resultó ligeramente conmovedor, pero más que nada porque tuve la suerte de visitar aquellos maravillosos lugares. Me recordaba momentos bonitos vividos en Italia, pero ya está. A medida que avanzaba la obra, me daba más la impresión de que Brown le daba más importancia a describir destinos turísticos que a evolucionar su propia narración.
En cuanto al tema de historia del arte, prefiero no meterme. Los pocos historiadores del arte con los que he mantenido una conversación sobre este señor han echado chispas por los poros, y no seré yo quien se detenga ahora a estudiar esto, sobre todo cuando no tengo la capacidad. Lo poco que he leído me ha parecido correcto, al menos en cuanto a nomenclatura. Era interesante también ir buscando en internet las cosas que él nombraba y comentaba (tarea que a mi suegra le encantó desempeñar). También he de decir que todo lo que buscaba era cierto, y que en otras reseñas literarias me he encontrado con gente que jura y perjura que la preparación de Brown para escribir estas cosas es más que fiable. Yo no tengo ni idea: ahí lo dejo.
Los personajes, por su lado, me resultan ciertamente vacíos, hasta inverosímiles en algunos casos. Robert Langdon tendría que estar ya más que machacado después de tantas novelas y, sin embargo, me parece un personaje extremadamente plano, del que se nos da una serie de datos y, a partir de ahí, apaga y vámonos. Sienna Brooks tiene un pasado interesante, pero una evolución de lo más rara y, a mi gusto, nada positiva. En cuanto a los demás... mejor ni nombrarlos.
Pero el problema de los personajes también reside en otra cosa: el tiempo. Brown se enfrenta a un problema muy grande, y es que, en más de una ocasión, intenta llevar hacia adelante varios espacios temporales a la vez. Y ahí está el problema: este señor está para vender, no para escribir bien. Lo que tiene que hacer el señor Dan es escribir de manera sencilla, hasta simple podríamos decir, y dejar que el lector se pierda en una historia con más o menos misterio y siga la linealidad de sus personajes. Según recuerdo, fue lo que usó en El código Da Vinci y, para qué engañarnos, le quedó muy bien. Pero en Inferno, sin embargo, tira de varios hilos temporales, de manera que termina dándose de bruces contra la pared. No sabe manejar esas situaciones, no sabe establecerlas ni cuadrarlas y, por ello, termina fracasando. Algo un tanto parecido le pasa con los personajes: demasiados que conducir, por lo que termina dejándolos muy planos.
Y qué decir, además, de la evolución de la trama. Para mi gusto: aburrida y, en muchos casos, predecible. Es decir, te plantea una línea argumental estupenda llena de sus típicos misterios y enredos, y piensas: <<¡Vaya!, esto pinta interesante>>. El problema es que, después de leer un par de libros suyos, te esperas lo que va a pasar. Pero lo peor de todo esto es que, cuando no te lo esperas, va y te decepciona. O al menos fue lo que me pasó a mí. Ya me estaba montando yo mis películas mentales sobre espías y problemas biológicos cuando me echa un jarro de agua fría y me lleva por otro camino completamente distinto y, por qué no decirlo, soso. Eso sí, he de concederle su intento de no caer en esa sosez de la que termina pecando: intenta crear mucha tensión, termina los capítulos con frases que, se supone, te incitan a seguir leyendo. Pero no fue mi caso. Realmente, admito que en este punto creo que el problema es más mío que de Dan Brown.
¿Que si recomiendo Inferno? Pues la verdad, no. Antes mandaría otra de sus obras anteriores, que sí me atraparon más y me llenaron bastante. Eso sí, recordemos que cada persona es un mundo, y que esto es sólo la opinión de una humilde servidora. Recuerda, querido lector, que el libro vende mucho, y por algo será. Quién sabe, lo mismo terminas encantado de la vida y devorando esas más de 600 páginas en una semana. O lo mismo lo echas a la chimenea para darle un buen uso. Quién sabe...
Ahora, eso sí: si eres de los que no te gusta complicarte mucho la vida, leer de manera casual, éste es tu libro. Y te lo digo de corazón. Porque como lectura casual de verano está más que bien. Pero si te apasiona leer y has leído otros autores de más categoría (Kafka, García Márquez, y muchos otros), si tu listón está más alto, déjalo en una posición tardía en tu lista de pendientes. Dale preferencia a otros y, cuando ya no sepas qué más hacer, desempolva Inferno, léelo, y me comentas.
Langdon no tarda en darse cuenta de que se encuentra en posesión de una serie de inquietantes códigos creados por un brillante científico; un genio cuya obsesión con el fin del mundo sólo es equiparable a la pasión que siente por una de las obras maestras más influyentes jamás escritas: Inferno, el oscuro poema épico de Dante Alighieri.
En su huida a través de escenarios tan conocidos como el Palazzo Vecchio, los jardines Boboli o el Duomo, Langdon y Brooks descubren una red de pasadizos ocultos y secretos antiguos, así como un nuevo y terrorífico paradigma científico que podría ser utilizado para mejorar la vida en la Tierra... o para destruirla.
Mi santa suegra llegó con el ejemplar de libro emocionadísima. Todo el mundo le había hablado de él, y, tras una ligera equivocación, terminó agenciándoselo. Se lo terminó en dos sentadas, y yo esperaba hacer lo mismo. Pero, ¡ay de mí, qué inocente puedo llegar a ser!
El caso es que yo ya me había leído El código Da Vinci allá por un lejano 2003, y no tardé mucho en dar buena cuenta de Ángeles y demonios. Si bien sabía ya por entonces que Dan Brown quizá no fuese un escritor del otro mundo, sí que percibía una cierta droga, unas ganas locas de seguir leyendo para saber qué pasaba. Así que, cuando me senté cómodamente y abrí el libro, me esperaba mucho... y he recibido bastante poco.
La historia (la línea principal, al menos) comienza con un Robert Langdon que despierta en la habitación de un hospital, medio perdido y sin saber qué narices hace allí. Se sorprende enormemente cuando se da cuenta de que está en Florencia y que, además, tiene una especie de amnesia leve que le impide recordar las últimas 36 horas de su vida. Aturdido, ve un tanto desesperado cómo el médico que le estaba atendiendo es asesinado por una tipa en chupa de cuero y con pistola. Sale de allí como loco acompañado de Sienna Brooks, la otra doctora que lo atendía. Poco a poco, va descubriendo su verdadera misión: pararle los pies a un maníaco obsesionado con Dante y su Divina Comedia, cuyo propósito no es otro que arrasar con gran parte de la humanidad.
Hasta aquí, todo bien. Todo apetecible, incluso. Por mi parte, además, se le sumaba el incentivo de Dante y su obra magna, de la que siempre he estado enormemente enamorada. Pero poco a poco la novela se me fue torciendo más bien en un arma comercial, y mientras la leía me daba la impresión de que el señor Brown se había sentado en una mesa antes de escribir y sus agentes le habían dicho: <<Dan, machote, tienes que escribir sobre esto, y esto, y esto, y esto. Venga, ¡que nos van a dar mucha pasta!>>. Porque me parece eso, una suerte de instrumento comercial para atraer a la gente hacia ciertos puntos, sobre todo en el tema turístico en las determinadas ciudades que aparecen. En el caso de Florencia y Venecia me resultó ligeramente conmovedor, pero más que nada porque tuve la suerte de visitar aquellos maravillosos lugares. Me recordaba momentos bonitos vividos en Italia, pero ya está. A medida que avanzaba la obra, me daba más la impresión de que Brown le daba más importancia a describir destinos turísticos que a evolucionar su propia narración.
En cuanto al tema de historia del arte, prefiero no meterme. Los pocos historiadores del arte con los que he mantenido una conversación sobre este señor han echado chispas por los poros, y no seré yo quien se detenga ahora a estudiar esto, sobre todo cuando no tengo la capacidad. Lo poco que he leído me ha parecido correcto, al menos en cuanto a nomenclatura. Era interesante también ir buscando en internet las cosas que él nombraba y comentaba (tarea que a mi suegra le encantó desempeñar). También he de decir que todo lo que buscaba era cierto, y que en otras reseñas literarias me he encontrado con gente que jura y perjura que la preparación de Brown para escribir estas cosas es más que fiable. Yo no tengo ni idea: ahí lo dejo.
Los personajes, por su lado, me resultan ciertamente vacíos, hasta inverosímiles en algunos casos. Robert Langdon tendría que estar ya más que machacado después de tantas novelas y, sin embargo, me parece un personaje extremadamente plano, del que se nos da una serie de datos y, a partir de ahí, apaga y vámonos. Sienna Brooks tiene un pasado interesante, pero una evolución de lo más rara y, a mi gusto, nada positiva. En cuanto a los demás... mejor ni nombrarlos.
Pero el problema de los personajes también reside en otra cosa: el tiempo. Brown se enfrenta a un problema muy grande, y es que, en más de una ocasión, intenta llevar hacia adelante varios espacios temporales a la vez. Y ahí está el problema: este señor está para vender, no para escribir bien. Lo que tiene que hacer el señor Dan es escribir de manera sencilla, hasta simple podríamos decir, y dejar que el lector se pierda en una historia con más o menos misterio y siga la linealidad de sus personajes. Según recuerdo, fue lo que usó en El código Da Vinci y, para qué engañarnos, le quedó muy bien. Pero en Inferno, sin embargo, tira de varios hilos temporales, de manera que termina dándose de bruces contra la pared. No sabe manejar esas situaciones, no sabe establecerlas ni cuadrarlas y, por ello, termina fracasando. Algo un tanto parecido le pasa con los personajes: demasiados que conducir, por lo que termina dejándolos muy planos.
Y qué decir, además, de la evolución de la trama. Para mi gusto: aburrida y, en muchos casos, predecible. Es decir, te plantea una línea argumental estupenda llena de sus típicos misterios y enredos, y piensas: <<¡Vaya!, esto pinta interesante>>. El problema es que, después de leer un par de libros suyos, te esperas lo que va a pasar. Pero lo peor de todo esto es que, cuando no te lo esperas, va y te decepciona. O al menos fue lo que me pasó a mí. Ya me estaba montando yo mis películas mentales sobre espías y problemas biológicos cuando me echa un jarro de agua fría y me lleva por otro camino completamente distinto y, por qué no decirlo, soso. Eso sí, he de concederle su intento de no caer en esa sosez de la que termina pecando: intenta crear mucha tensión, termina los capítulos con frases que, se supone, te incitan a seguir leyendo. Pero no fue mi caso. Realmente, admito que en este punto creo que el problema es más mío que de Dan Brown.
¿Que si recomiendo Inferno? Pues la verdad, no. Antes mandaría otra de sus obras anteriores, que sí me atraparon más y me llenaron bastante. Eso sí, recordemos que cada persona es un mundo, y que esto es sólo la opinión de una humilde servidora. Recuerda, querido lector, que el libro vende mucho, y por algo será. Quién sabe, lo mismo terminas encantado de la vida y devorando esas más de 600 páginas en una semana. O lo mismo lo echas a la chimenea para darle un buen uso. Quién sabe...
Ahora, eso sí: si eres de los que no te gusta complicarte mucho la vida, leer de manera casual, éste es tu libro. Y te lo digo de corazón. Porque como lectura casual de verano está más que bien. Pero si te apasiona leer y has leído otros autores de más categoría (Kafka, García Márquez, y muchos otros), si tu listón está más alto, déjalo en una posición tardía en tu lista de pendientes. Dale preferencia a otros y, cuando ya no sepas qué más hacer, desempolva Inferno, léelo, y me comentas.
¡Hola bloguerilla!
ResponderEliminar¿Te he dicho alguna vez que me encanta como escribes? Porque si no es así te lo digo ahora: me encanta como escribes :).
Sólo he leído dos libros de Brown (El código Da vinci y ángeles y demonios) y mentiría si dijese que no me gustaron, así que cuando vi que publicaban Inferno... imagínate, mis ganas por leerlo eran enormes. ¿Por qué no lo he leído aún? Porque he leído más de una reseña que no lo ponían demasiado bien. Y claro, ahora vienes y dices lo que dices bloguerilla, y las ganas se me han quitado por completo jejeje. Se que acabaré leyéndolo, más que nada por la curiosidad de la historia, pero vamos, que no voy a tener prisa.
Si lo leo pronto, te diré si estoy de acuerdo contigo en todo lo que has dicho :)
Por cierto, que no se me olvide, te he nominado a un premio en mi blog. Te lo digo porque si te aburres tanto como aquí una servidora y te gusta, pues lo puedes hacer jeje.
¡Un saludo bloguerilla!
Me ha gustado tu reseña y te haré caso y lo dejare apuntado en mi lista pero no como prioridad :)
ResponderEliminarAcabo de conocer tu blog y me ha gustado mucho, esta muy lindo y entretenido, por lo que te dejo invitada a visitarme si quieres.
Besitos